La tierra está sedienta. abierta, rota,
seca de aristas, dura de cristales.
El alma es toda vidrios y arenales.
Ni una flor, ni una brizna en ella brota.
Súbita sombra extiende, ofende, acota,
ennegrece vergeles y arrabales.
Y cae de arriba –oh nubes maternales–
grávida, ardiente, la primera gota.
Llueve, el milagro es hecho, llueve, llueve.
Bebe la flor, el labio bebe y bebe
agua de amarga sal, dulce delicia.
Mas ya se rasga el gris y el azul vuelve,
lágrima inmensa azul, azul. Disuélve-
me el corazón, oh cielo de Galicia.
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w Gerardo Diego Cendoya (1896-1987) en cervantes.es
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