En la más lejana cumbre, donde las hadas de los destinos
liberan sus anhelos en las tinieblas al pasar,
tengo un rebaño de brezos al que guardan veinte pinos,
vigías solitarios hacia la luz lunar.
Y allí, al lado, ceñida de aurifloridos tojos,
muy cerca de una fuente, besada de espadaña,
–¡Santa consagración de mis vagos antojos!–
tengo una ermita blanca en el regazo de la montaña.
Ya he hecho amistad con las aves de rapiña
y tengo por amada un águila muy niña
que en un vuelo el rayo del sol sabe cortar.
Vienen a mí las urracas, las comadres de la cumbre,
y cuando cae la nieve yo enciendo una gran lumbre
y hacemos reunión en torno de mi lar…
No máis esvío cume
No máis esvío cume, onde as fadas dos sinos
ceiban os seus anceios nas tebras a vagar,
teño un rabaño de urces, que gardan vinte pinos,
vixías isolados cara á luz do luar.
E alí, ao carón, cinguida de aurifloridos toxos,
pretiño dunha fonte, bicada da espadaña,
–Santa consagración dos meus vagos antoxos!–
teño unha ermida branca no colo da montaña.
Xa fixen amizade coas aves de rapiña,
e teño, por amada, unha aguia pequeniña
que nun voo a raiola do sol sabe cortar.
Véñenme as pegas, as comadres do cume;
e cando cae a neve eu acendo un gran lume,
e facemos fiada ao redor do meu lar…
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