Guillaume Apollinaire (1880-1918)
J’ai en fin le droit de saluer des êtres que je ne connais pas
Ils passent devant moi et s’accumulent au loin
Tandis que tout ce que j’en vois m’est inconnu
Et leur espoir n’est pas moins fort que le mien
Je ne chante pas ce monde ni les autres astres
Je chante toutes les posibilités de moi-même hors de ce monde et des astres
Je chante la joie d’errer et le plaisir d’en mourir
Le 21 du mois de mai 1913
Passeur des morts et les mordonnantes mériennes
Des millions de mouches éventaient une splendeur
Quand un homme sans yeux sans nez et sans oreilles
Quitant le Sébasto entra dans la rue Aubry-le-Boucheur
Jeune l’homme était brun et ce couleur de fraise sur les joues
Homme Ah! Ariene
Il jouait de la flûte et la musique dirigeait ses pas
Il s’arrêta au coin de la rue Saint-Martin
Jouant l’air que je chante et j’ai inventé
Les femmes qui passaient s’arrêtaint près de lui
Il en venait de toutes parts
Lorsque tout à coup les cloches de Saint-Merry se mirent à sonner
Le musicien cessa de jouer et but à la fontaine
Qui se trouve au coin de la sur Simon-Le-Franc
Puis Saint-Merry se tut
L’inconnu reprit son air de flûte
Et revenant sur ses pas marcha jusqu’à la rue de la Verrerie
Où il entra suivi par la troupe des femmes
Que sortaient des maisons
Qui venaient par les rues traversières les yeux fous
Les mains tendues vers le mélodieux ravisseur
Il s’en allait indifférent jouant son air
Il s’en allait terriblement
Puis ailleurs
À quelle heure un train partira-t-il pour Paris
À ce moment
Les pigeons des Moluques fientaient des noux moscades
En même temps
Mission catholique de Bôma qu’as-tu fait du sculpteur
Ailleurs
Elle traverse un pont qui relie Bonn à Beuel et disparaît à travers Pützchen
Au même instant
Une jeune fille amoureuse du maire
Dans un autre quartier
Rivalise donc poète avec les étiquettes des parfumeurs
En somme ô rieurs vous n’avez pas tiré grand-chose des hommes
Et à peine avez-vous extrait un peu de graisse de leur misère
Mais nous qui mourons de vivre loin l’un de l’autre
Tendons nos bras et sur ces rails roule un long train de marchandises
Tu pleurais assise près de moi aun fond d’un fiacre
Et maintenant
Tu me ressembles tu me ressembles malheureusement
Nous nous ressemblons comme dans l’architecture du siècle dernier
Ces hautes cheminées pareilles à des tours
Nous allons plus haut maintenant et ne touchons plus le sol
Et tandis que le monde vivait et variait
Le cortège des femmes long comme un jour sans pain
Suivait dans la rue de la Verrerie l’heureux musicien
Cortèges ô cortèges
C’est quand jadis le roi s’en allait à Vincennes
Quand les ambassadeurs arrivaient à Paris
Quand le maigre Suger se hâtait vers la Seine
Quand l’emeute mourait autour de Saint-Merry
Cortèges ô cortèges
Les femmes débordaient tant leur nombre était grand
Dans toutes les roues avoisinantes
Et se hâtaient raides comme balle
Afin de suivre le musicien
Ah! Ariane et toi Pâquette et toi Amine
Et toi Mia et toi Simone et toi Mavise
Et toi Colette et toi la belle Geneviève
Elles ont passé tremblantes et vaines
Et leurs pas légers et prestes se mouvaient selon la cadence
De la musique pastorale qui guidait
Leurs oreilles avides
L’inconnu s’arrêta un moment devant une maison à vendre
Maison abandonnée
Aux vitres brisées
C’est un logis du seizième siecle
La cour sert de remise à des voitures des livraisons
C’est là qu’entra le musicien
Sa musique qui s’eloignait devint langoureuse
Les femmes le suivirent dans la maison abandonnée
Et toutes y entrèrent confondues en bande
Toutes toutes y entrèrent sans regarder derrière elles
Sans regretter ce qu’elles ont laissé
Ce qu’elles ont abandonné
Sans regretter le jour la vie et la mémoire
Il ne resta bientôt plus personne dans la rue de la Verrerie
Sinon moi-même et un prêtre de Saint-Merry
Nous entrâmes dans la vieille maison
Mais nous n’y trouvâmes personne
Voici le soir
À Saint-Merry c’est l’Angéleus qui sonne
Cortèges ô cortèges
C’est quand jadis le roi revenait de Vincennes
Il vint une troupe de casquettiers
Il vint des marchands de bananes
Il vint des soldats de la garde républicaine
Ô nuit
Troupeau de regards langoureux des femmes
Ô nuit
Toi ma douleur et mon attente vaine
J’entens mourir le son d’une flûte lointaine
`
Tengo por fin derecho a saludar a seres que no conozco.
Pasan ante mí y se amontonan
a lo lejos
mientras todo lo que veo en ellos me es desconocido
y su esperanza no es menos fuerte que la mía.
No canto a este mundo ni a los demás astros;
canto a todas las posibilidades de mí mismo fuera de este mundo y de los astros,
canto a la alegría de errar y al placer de morir.
El 21 de mayo de 1913,
barquero de los muertos y las marías mordonantes,
millones de moscas aventaban un esplendor,
cuando un hombre sin ojos, sin nariz y sin orejas
dejando el Sebastopol entró en la calle Aubry-le-Boucheur.
Joven, el hombre era moreno, y ese color de fresa en las mejillas.
Hombre. Ah Ariene!
Tocaba la flauta y la música dirigía sus pasos.
Se detuvo en la esquina de la calle Saint-Martin
tocando la tonada que yo canto y que yo inventé.
Las mujeres al pasar se detenían junto a él,
venían de todas partes,
cuando de súbito las campanas de Saint-Merry rompieron a sonar.
El músico dejó de tocar y bebió de la fuente
que se encuentra en la esquina de la calle Simon-Le-Franc.
Luego Saint-Merry calló.
El desconocido reanudó su tonada a la flauta
y volviendo sobre sus pasos fue hasta la calle de la Verrerie
en la que entró seguido por la multitud de mujeres
que salían de las casas,
que venían por las calles adyacentes, idos los ojos,
las manos tendidas hacia el melodioso raptor.
Él se iba indiferente, tocando su tonada;
se iba terriblemente.
Luego, en otro sitio,
a qué hora sale el tren deParís?
En ese momento
las palomas de las Molucas excretaban nueces moscadas.
Al mismo tiempo,
misión católica de Bôma, qué has hecho con el escultor?
En otro lugar
ella cruza el puente que enlaza Bonn con Beuel y desaparece por Pützchen.
En el mismo instante
una muchacha enamorada del alcalde.
En otro barrio…
Rivaliza pues, poeta, con las etiquetas de los perfumistas.
En resumen, oh reidores, no habéis sacado gran cosa de los hombres
y apenas habéis obtenido un poco de manteca de su miseria.
Pero nosotros, que morimos de vivir lejos uno del otro,
extendemos nuestros brazos y sobre estos raíles rueda un largo tren de mercancías.
Tú llorabas sentada junto mí en el fondo de un taxi.
Y ahora
te pareces a mí, te pareces a mí desgraciadamente.
Nosotros nos parecemos, como en la arquitectura del siglo pasado
esas altas chimeneas semejantes a torres.
Ahora vamos más arriba y ya no tocamos el suelo.
Y mientras, el mundo vivía y variaba.
La comitiva de mujeres, larga como un día sin pan,
seguía por la calle de la Verrerie al músico feliz.
Comitivas, oh comitivas!
Como cuando antaño el rey marchaba a Vincennes,
cuando los embajadores llegaban a París,
cuando el flaco Suger se apresuraba hacia el Sena,
cuando el motín se apagaba en torno a Saint-Merry.
Comitivas, oh comitivas!
Las mujeres desbordaban, tan grande era su número,
por todas las calles colindantes
y se apresuraban, tensas como balas,
para poder seguir al músico.
Ah! Ariane y tú Pâquette y tú Amina
y tú Mia y tú Simone y tú Mavise
y tú Colette y tú la bella Geneviève.
Pasaron temblorosas y ausentes
y sus pasos ligeros y prestos se movían según la cadencia
de la música pastoril que guiaba
sus ávidos oídos.
El desconocido se detuvo un momento ante una casa en venta.
Casa abandonada,
con los cristales rotos;
es una vivienda del siglo dieciséis,
el patio sirve de cochera para vehículos de reparto.
Allí entró el músico.
Su música, alejándose, se volvió lánguida.
Las mujeres lo siguieron a la casa abandonada
y allí entraron todas confundidas en rebaño.
Todas, todas entraron sin mirar atrás,
sin añorar lo que dejaban,
lo que abandonaban;
sin añorar el día, la vida y la memoria.
Pronto no quedó ya nadie en la calle de la Verrerie
salvo yo mismo y un sacerdote de Saint-Merry.
Entramos en la vieja casa
pero allí no encontramos a nadie.
Cae la tarde,
en Saint-Merry es el Ángelus lo que suena.
Comitivas, oh comitivas!
Como cuando antaño el rey regresaba de Vincennes.
Llegó un grupo de sombrereros,
llegaron los vendedores de plátanos,
llegaron soldados de la Guardia Republicana.
Oh noche!
Bandada de lánguidas miradas de mujeres.
Oh noche!
Tú, mi dolor y mi vana espera.
Oigo morir el eco de una flauta lejana.
___
Nota: Escribir sin puntos ni comas fue una moda de principios del siglo 20. No comprendo con qué objetivo, si no es el hacer la lectura de poesía aún más difícil al lector. Los poetas que seguían esta línea en casi todos los casos utilizaban una sintaxis regular y además usaban los signos de interrogación y exclamación y también los puntos suspensivos; es decir, escribían con puntos y comas pero los quitaban al publicar lo escrito. En mi traducción puntúo según la sintaxis normal castellana de acuerdo con lo que creo que quería decir el autor. Intento hacer una traducción literal y directa al mismo tiempo que poética. Eso intento.
Passeur des morts et les mordonnantes mériennes. Es un verso muy difícil en un poema difícil. passeur es barquero y también el que ayuda a otro a pasar ilegalmente una frontera; es probable que sólo sea una referencia a Caronte, el barquero de los muertos en la mitología griega. mordonnantes, un compuesto de mort y donnantes, dadoras, donantes de muerte. mériennes, algo así como marujas, una manera de referirse a las mujeres en general; traduzco por marías sin ninguna convicción. Mordonnantes mériennes puede referirse a prostitutas habituales del barrio, dadoras de la petit mort, el orgasmo, quizá. Véase
Rubén Silva Pretel, prólogo a Guillaume Apollinaire, Obras esenciales: “(…) no
podemos dejar de señalar a las «mordonnantes mériennes» (las "merianas
mordonantes" del poema), es decir a las que donan muerte, claro que no es
mortífera como la de las sirenas, sino que estas mujeres del barrio de
Saint-Merry, tan cercanas por el oficio a las ménades (son prostitutas), dan la
pequeña muerte (al orgasmo en Francia se le llama petite mort) (…)”
8Guglielmo Alberto Wladimiro Alessandro Apollinare de Kostrowitzky, site officiel
êImágenes: Una esquina de la callle de la Verrerie y la iglesia de Saint-Merri, París, en amaury.photo
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