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23/8/10

Los sesenta nombres

Álvaro Cunqueiro


Ustedes saben que los irlandeses, los gaélicos insulares, son sexagesimales, como nosotros ahora, los europeos modernos, somos centesimales. Por eso la preocupación lírica y mágica constante de los soñadores celtas de antaño era llegar a conseguir anotar los sesenta nombres de las sesenta hadas que había en la isla de San Patricio, hadasnight_fairy_1 benéficas y constantemente en activo, generalmente habitantes de las verdes colinas trebolares o de las claras fuentes. O a veces de una piedra movediza, o de unas antiquísimas ruinas.

El único daño que hacían estas hadas era con su ingenuidad, pues siendo inocentísimas le concedían a un hombre o una mujer unos dones que, sin que las hadas lo sospechasen, terminaban conduciendo al galardonado a una horrible tragedia y a la muerte. Veían un mozo hermosísimo, los cabellos dorados, gran jinete y hábil con la lanza, y le echaban encima profecías de heroico comportamiento –geasa se llama este voto que se hace por otro, y cuyo cumplimiento es inexcusable–, y, sin comerlo ni beberlo, el mozo que naciera soñador y apático, o sosegado domesticador de galgos y palomas, se encontraba de hoz y coz en el mundo de las grandes aventuras, con dragón hostil, con campeones que le arrebataban la esposa, con espectros y otros malignos, y con navegaciones por mares turbulentos.

En algún monasterio, como en San Lorenzo O’Toole, tuvieron un periodo determinado, durante el gobierno de un santo abad, los sesenta nombres, y fue de rúbrica allí el rezar, diciéndolos, pidiendo a Dios que las hadas nombradas se estuvieran quietecitas, no dando premios a nadie, salvo en la inevitable noche de San Juan.

Dos veces hubo que cambiar la lista de los sesenta nombres, según O’Bervrey, debido a que en el transcurso de los siglos dos hadas se pasaron al gremio de las mujeres normales, y por amor. Una de ellas, más tarde, ya casada, conocida por Mougha de Ceash, se enamoró de un antepasado del gran escritor Lord Dunsany, el autor de Los cuentos de un soñador. Lord Dunsany medía casi los dos metros, pero su antepasado algo más. El hada Mougha lo vio frotarse desnudo contra una piedra movediza que había en las proximidades de Armagh, y que andando el tiempo volaron los ingleses en los días de Lord Essex, porque decían que los espiaba. El hada, que debía ser de una fabricación un poco diferente de la de sus congéneres, sintió la necesidad de ser poseída carnalmente por el joven David, y se presentó desnuda ante él, también frotándose contra una piedra.

–¿Es para bien o para mal? –le preguntó David a la piedra.

Esta se echó a reír a carcajadas, y respondió:

–¡Es para bien!

Y allí mismo, en la dulce hierba de mayo, David tumbó a Mougha. Callaron a la vez los grillos del verde prado y las abubillas que andaban a ellos con su gritito ¡up!, ¡up!, ¡up!… David la encontró sabrosa, la llevó a su casa, la presentó a sus padres y se casó con ella por la Santa Iglesia. Con la pérdida de su virginidad, el hada perdió todos sus poderes y quedó reducida a la condición humana. Dicen que otras hadas se acercaban a la casa de David Killmore, especialmente cuando amamantaba a sus hijos.

La otra de las dos hadas que hubieron de dejar el escalafón fue una tal Lai de Donn, y puede decirse que ésta casi lo fue por santidad. Un padre prohibió bodas a sus hijos, que eran siete, excepto al [mayor], pues no quería que llevasen los bosques paternos –entonces aún había bosques en Irlanda, no habían acabado con ellos los ingleses– a otras familias, conforme a la llamada «ley del terrón», que establecía determinados lazos moon_fairyde parentesco. El [heredero] se paseaba con su joven esposa, acariciándose y besándose, por la pumarada, dejándose ver de sus hermanos encerrados en una torre. Y éstos desesperaban. Un día en que los seis vieron a su hermano y a su cuñada hacer el amor en el pajar –era una dulce tarde de verano–, se dijeron que mejor que seguir sin goces carnales, y prisioneros de la avaricia y la terquedad paterna, alimentados con sopa de cebada y oveja salpresa, era morir. Y se disponían a darse la muerte, ahorcándose, cuando compadecida apareció ante ellos Lai de Donn y se les ofreció, para lo cual se transformó en seis mujeres diferentes que yacieron simultáneamente cada una con un hermano. Todos fueron muy felices, y el asunto duró en secreto, hasta que murió el padre, y el primogénito liberó a sus hermanos y les permitió matrimonio.

Lai de Donn se fue y quiso volver a las filas de las hadas, a los sesenta nombres, pero las otras hadas la rechazaron. Páidrac Colum, un gran poeta de Irlanda, dice que Lai le había tomado gusto a los besos, a las caricias, al fornicio, y que desde entonces se dedicó a la prostitución en las cercanías del pozo de San Patricio, en el condado de Armagh, la sede primada de la isla. Y de la historia de Lai de Donn proceden las historias que contaban los soldados de Isabel, la Reina Virgen, acerca de las hermosas mujeres que los asaltaban en la centinela nocturna, y puede decirse que los violaban. Era Lai de Donn, vagabunda y carnal, desdoblada en seis mujeres diferentes, y todas excitadas e incansables en el amor. Luego se dijo que todas las hadas de Irlanda eran putas públicas. Mentira.

Yo le he hecho una vez un poema, en mi lengua gallega, a Lai de Donn. Al final le pedía una noche. Yo tenía veinte años y acababa de leer en Colum su historia, la historia de su inmensa obra de misericordia.

___
De la serie «El otro ovillo», Bazaar, nº 18, junio de 1978. Álvaro Cunqueiro, La bella del dragón, Editorial Tusquets, 1991
ê Imágenes: Nigth fairy / Moon fairy, Amy C Nicholls, via
elfwood.com

14/7/10

Gira como las noches giran

Al-Hamadānī (968-1008)


Refiere ‘Īsà ibn Hišām:

La separación me llevó dando tumbos hasta pisar los confines de Ŷurŷān. Mas vencí al Destino tomando una alquería cuyas tierras roturé y colonicé, dedicando dineros al comercio y abriendo una tienda. También hice amigos que fueron mis compañeros y dedicaba a la casa el principio y el fin del día y a la tienda el tiempo intermedio.

Cierta vez en que manteníamos una tertulia acerca de la poesía y los poetas, se sentó frente a nosotros y no lejos un joven que escuchaba como prestando atención, pero que callaba haciéndose el desentendido. Hasta que el curso de la argumentación nos absorbió, arrastrándonos la dinámica de la disputa. Entonces dijo:

―Acertasteis con el racimito de dátiles y alcanzasteis el rozadero del camello: Si quisiera, hablaría hasta colmaros de retórica, y si lo hiciera, apagaría vuestra sed, de vuelta ya del abrevadero haciendo resplandecer la verdad en el palenque de una elocuencia que ni los sordos podrían dejar de escuchar y que obligaría a bajar de sus montes incluso a las cabras montunas.

―Hombre instruido, acércate ―le repliqué―, pues suscitaste nuestros deseos, haznos partícipes de tu saber, puesto que echaste la muela del juicio.

Así que, acercándose, propuso:

―Preguntadme y os responderé, escuchad y os he de maravillar.

[…]

Dijimos:

―¿Y qué opinas acerca de los poetas antiguos y modernos?

―La expresión de los antiguos ―replicó― es más noble y más afortunados sus conceptos, a la par que los tardíos resultan más gratos y finos por su artificiosidad y estilo.

―¿Querrías mostrar alguno de tus propios poemas y referirnos algo sobre tu persona? ―le propusimos.

―Tomad ambas cosas en una sola exposición.

Y declamó:

¿No me veis cubierto de harapos,
cabalgando, infeliz, amargo sino;
alimentando de noche rencores en mi pecho
y topando con rojas vicisitudes?
Mi mayor esperanza es que Sirio ascienda,
pues fuimos afligidos con esperanzas calamitosas,
aunque este noble era del más alto rango
y el agua de esta faz del más caro precio.
Por gusto planté mis verdes tiendas
en la mansión de Darío y bajo la cúpula de Kosroes.
Mas el Destino se me volteó enemigo
y desconocida se hizo mi usual buena vida.
De bonanzas solo quedó el recuerdo
y hasta el día presente etcétera, etcétera.
De no ser por la vieja que tengo en Sāmarrā’
y los retoños que en los montes de Buşrà viven,
a quienes el Hado acarreó desgracias,
de grado ―señores míos― me habría dado muerte.

Prosigue ‘Īsà ibn Hišām:

―Así que le entregué lo que pude y él se marchó, dándonos la espalda. Entonces me puse a hacer memoria para identificarle, pues creía conocerlo. Por fin, sus piños incisivos me indicaron quien era, y exclamé: «Por Dios, que es al-Iskandarī.» Aquel que nos había abandonado de jovencito cual cervatillo y nos reencontraba, importuno, ya talludo. Le seguí los pasos y agarrándolo por la cintura pregunté.

―¿No eres tú Abū l-Fath? ¿No es a ti a quien criamos como a hijo, parando tú con nosotros largos años de tu vida? ¿Y qué vieja esposa es esa que dices tener en Sāmarrā’?

Se me rio en las barbas mientras comentaba:

Desgraciado, este es un tiempo falso:
que no te engatusen las ilusiones
ni te apegues a un solo estado,
gira como las noches giran.

___
Al-Hamadānī, Venturas y desventuras del pícaro Abū l-Fath de Alejandría, Capítulo 1, ‘Cuadro de la poesía’. (Alianza Editorial, 1988.  Trad. S. Fanjul)

26/6/10

A serea Venadita / La sirena Venadita

Al Faris Ibn Iaquim al-Galizí (1611-1681) 


—¡As Molucas son famosas! Y Diego Ribero - Islas Molucas Esp hay moito señorío chinés no comercio y as nativas sempre están saíndo do baño e pedíndolle ós arábigos que as sequen. 

Sinbad saca mapa e Sari téndeo no chan, e coa conteira do seu bastón di ó piloto por onde caen as Molucas, y agáchase Arfe o Mozo e mesmo donde está a Moluca Maior atopa un cabelo longo e dourado y amósallo a Simbad.

—¿Seica é roxiña de pelo?

Sinbad ponse colorado, pecha os ollos y acena tres ou catro veces coa cabeza. Pousa o bastón, e con ámbalas mans colle o cabelo que lle ofrece Arfe o Mozo, roza a meixela nel, salaia, envolve a freba de ouro nun dedo figurando un anelo, bica alí e conta:

—¡Ai, Venadita, Venadita! ¡Pois como nunca cheguei en todo iste tempo repasando mares a onde cae a Moluca Maior, non puiden decatarme de que ela me deixara esta memoria de seda! Unha serea do mar chamada Venadita, meu amigo. Sentábase ó meu carón e quería que lle ensiñese por mapa por donde me vería vir. ¡Mira que si llega a vir darme serenata dende o Iadid! Pequeniña, non había outra, e toda vestidiña do seu cabelo dourado, e sentábase na area da praia —eso sí, mantendo algo de rabo no mar; as sereas poden estar en terra firme a condición de manter un chisco da súa parte de peixe tocando auga…—, sentábase, digo, e todo era proubar a miña roupa, a miña pamela, a miña capa de damasco, a miña chilaba de liño albar, o meu camisolo de verán… Todo lle andaba sobrado, craro é, que foi o encontro por cando eu andaba nas duascentas libras nosas, que me pesei pra ver canto poidera coas patas súas a Ave Roc. Pro a neniña gozaba con isto e non sabía ser engañadora, e cando se poñía a cantar, coa cabeciña apousada nos meus xoenllos y aloumiñándome os pés e varrendo deles as areas co seu soave pelo, de repente paraba e decíame:

—¡Ai, Sinbad, non creas nada, hom! Diego Ribero - Islas Molucas Port

—Y a preciosa estábame falando dunha illa que hai embaixo das augas donde o que chega, e por mentras esteña alí, ten que escoller unha figura de paxaro ou de ave maior, y eu podería andar de pavo real, y en todo é un o paxaro ou ave que escolle, e dáselle compañeira na familia y a cociña según o pedido natural, e cando te canses e volvas á tona do mar, podes traer unha saqueta de pedras preciosas… A miña serea Venadita ás vegadas botábase a chorar, que decía que non sabía inventar nada máis que iso e que xa tiñan dito as outras que como non sacase outra gracia de países ou de canto que non gañaría pra un peite de ouro. ¿El que é unha serea sin peite de ouro? E foi habendo entre nós máis intimidá, e muito agarimo, y entre as penas da Moluca Maior estabamos agachadiños á tardiña e pasámonos a bicos y outras gracias, y ela sempre probando a roupa miña e cada día tiña que levar eu prendas novas do millor, y hastra quiso probar as miñas bragas, que cabían tres coma ela en cada perneira, e meteunas na cachola pola petrina, que entón levábanse bragas de mexa pronta, que non sei por que pasou esa moda…

—¡Era unha grande comodidá! —dice Mansur— Eu inda gasto algunha.

—Pois iba decindo que probou as bragas, e coma polo calor das Molucas, eu andaba en cos e a camiseta era un medio xubón con vainica, quedei coa barriga ó aér, e foi cando Venadita se decatou de que eu tiña embrigo. ¡Moito se riu! ¡Tódolos días tiña que deixarlle miralo, e metía nil un dediño, y hastra unha vez se porpasou a darme un bico alí, e cando nos despedimos, que veu diante da miña nao, asubiando pra ensiñarme unha corrente que vai tres coartas por debaixo da frol, y eu metera nos camarotes a toda a tripulación porque nona visen á señora Venadita, berrábame dende o mar que moito iba a botar en falta os xogos có meu embriguiño…

—Regaleille un peite de ouro, e xa sabes como son as mulleres: Porque visen as outras que xa sabía gañarse a vida, quixo quedarse unha tempada naquelas praias. ¡Que non sei qué chiste lle terá a doña Venadita afogar molucos!

Desenvolveu Sinbad o cabelo dourado e pousouno onde aparecera, na Moluca Maior.

—¡Aínda que non houbera cravo nas Molucas, Arfe amigo! ¡Tódolos corazóns teñen a súa gacela!

 

La sirena Venadita

—¡Las Molucas son famosas! Y hay mucho señorío chino en el comercio y las nativas siempre están saliendo del baño y pidiéndole a los árabes que las sequen.

Simbad saca mapa y Sari lo extiende en el suelo, y con la contera de su bastón le dice al piloto por donde caen las Molucas, y se inclina Arfe el Joven y justo donde está la Moluca Mayor encuentra un cabello largo y dorado y se lo enseña a Simbad.

—¿Acaso es rubita de pelo?

Simbad se pone colorado, cierra los ojos y asiente tres o cuatro veces con la cabeza. Deja el bastón, y con ambas manos coge el cabello que le ofrece Arfe el Joven, roza la mejilla con él, suspira, envuelve la hebra de oro en un dedo figurando un anillo, besa allí y cuenta:

—¡Ay, Venadita, Venadita! ¡Pues como nunca llegué en todo este tiempo repasando mares a donde cae la Moluca Mayor, no pude darme cuenta de que ella me había dejado este recuerdo de seda! Una sirena del mar llamada Venadita, amigo mío. Se sentaba a mi lado y quería que le enseñase por mapa por donde vendría a verme. ¡Mira que si llega a venir a darme serenata desde el Yadid! Pequeñita, ninguna como ella, y toda vestidita de su cabello dorado, y se sentaba en la arena de la playa —eso sí, manteniendo algo de cola en el mar; las sirenas pueden estar en tierra firme a condición de mantener una pizca de su parte de pez tocando agua…—, se sentaba, digo, y todo era probar mi ropa, mi pamela, mi capa de damasco, mi chilaba de lino albar, mi camisola de verano... Todo le iba sobrado, claro es, que fue el encuentro por cuando yo andaba en las doscientas libras nuestras, que me pesé para ver cuanto podría con sus patas el Ave Roc. Pero la niña disfrutaba con esto y no sabía ser engañadora, y cuando se ponía a cantar, con la cabecita apoyada en mis rodillas y acariciándome los pies y barriendo de ellos las arenas con su suave pelo, de repente se paraba y me decía:

—¡Ay, Simbad, no creas nada, hombre!

—Y la preciosa estaba hablándome de una isla que hay debajo de las aguas, donde el que llega, y mientras esté allí, tiene que escoger una figura de pájaro o de ave mayor, y yo podría andar de pavo real, y en todo es uno el pájaro o ave que escoge, y se le da compañera en la familia y la cocina según el pedido natural, y cuando te canses y vuelvas a la superficie del mar, puedes traer un saquito de piedras preciosas… Mi sirena Venadita a veces se echaba a llorar, que decía que no sabía inventar nada más que eso y que ya le habían dicho las otras que como no sacara otra gracia de países o de canto que no ganaría para un peine de oro. ¿Y qué es una sirena sin peine de oro? Y fue habiendo entre nosotros más intimidad, y mucho cariño, y entre las peñas de la Moluca Mayor estábamos escondidos al atardecer y nos pasamos a besos y otras gracias, y ella siempre probando la ropa mía y cada día tenía que llevar yo prendas nuevas de lo mejor, y hasta quiso probar mis calzones, que cabían tres como ella en cada pernera, y se los puso en la cabeza por la bragueta, que entonces se llevaban calzones de orina pronta, que no sé por qué pasó esa moda…

—¡Era una gran comodidad! —dice Mansur— Yo todavía uso alguno.

—Pues iba diciendo que probó los calzones, y como por el calor de las Molucas, yo andaba en camisa y la camiseta era un medio jubón con vainica, quedé con la barriga al aire, y fue cuando Venadita se percató de que yo tenía ombligo. ¡Mucho se rio! Todos los días tenía que dejarle mirarlo, y metía en él un dedito, e incluso una vez se propasó a darme un beso allí, y cuando nos despedimos, que vino delante de mi nao, silbando para enseñarme una corriente que va tres cuartas por debajo de la flor, y yo había metido en los camarotes a toda la tripulación por que no la viesen a la señora Venadita, me gritaba desde el mar que mucho iba a echar en falta los juegos con mi ombliguito…

—Le regalé un peine de oro, y ya sabes como son las mujeres: Para que vieran las otras que ya sabía ganarse la vida, quiso quedarse una temporada en aquellas playas. ¡Que no sé qué chiste le haría a doña Venadita ahogar molucos!

Desenrolló Simbad el cabello dorado y lo depositó donde había aparecido, en la Moluca Mayor.

—¡Aunque no hubiera clavo en las Molucas, Arfe amigo! ¡Todos los corazones tienen su gacela!

___________________________________________________________________
Fragmento de Si o vello Sinbad volvese ás illas… de Álvaro Cunqueiro (Editorial Galaxia)

2/4/10

Una película, un hombre

Anónimo japonés / Google Translator / Luis Pita / ēgm.


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El  poema y su génesis: Un gracioso puso el texto en japonés de la imagen como comentario en el blog de L. Pita. Éste lo pasó por Google Translator y sorprendido por lo que leía lo colgó en su blog, con el comentario “Ya te cagas”. Yo, no menos admirado, me dije: Vamos a convertirlo en un poema haciendo como esos dichos poetas que escriben en prosa y luego hacen un salto de línea tras otro y dicen que han escrito un poema. Y listo. No he tocado ni una coma; sólo he añadido el punto final.
w Ver
masmaniasmias.blogspot.com

12/2/10

Betmoria (Bethmoora)

Lord Dunsany (1878-1957)


Hay una tenue frescura en la noche de  Londres, como si un viento juerguista hubiera perdido a sus camaradas en las tierras altas de Kent y hubiese entrado furtivamente en la ciudad. El pavimento está ligeramente húmedo y brillante. En los oídos de alguien que a esta última hora se han hecho muy agudos lord_Dunsanyresuena el eco de unos pasos lejanos. Los pasos se van acercando más y más y llenan la noche entera. Y una figura cubierta de negro pasa y se pierde en la oscuridad; uno que viene de bailar vuelve a su casa. En algún lugar un baile ha terminado y cerrado sus puertas. Sus luces amarillas se han apagado, los músicos callan, todos los bailarines han entrado en el aire de la noche, y el Tiempo ha dicho sobre ello: "Dejad que esto sea pasado y terminado y quede entre las cosas que he guardado en su sitio."

Las sombras comienzan a destacarse de sus amplios refugios. No menos silencioso que las delgadas y muertas sombras es el movimiento de los cautelosos gatos hacia sus casas. Así tenemos, aun en Londres, nuestro débil presagio de la proximidad del alba, que los pájaros, los animales y las estrellas gritan en voz alta a los inmensos campos.

No sé en qué momento percibo que la noche misma ha sido irrevocablemente derrocada. De repente me es revelado por la palidez cansada de los faroles que las calles permanecen silenciosas y nocturnas todavía, no porque haya fuerza alguna en la noche, sino porque los hombres no han salido aún de su sueño para desafiarla. Entonces he visto a guardias abatidos y descuidados llevando mosquetes antiguos en las puertas de los palacios, aunque los reinos del monarca que ellos guardan se hayan reducido a una única provincia que ningún enemigo se ha preocupado de invadir.

Y se manifiesta en el aspecto de los faroles, esos avergonzados servidores de la noche, que ya los picos de las montañas inglesas han visto el alba, que los acantilados de Dover se alzan blancos a la mañana, que la niebla del mar se ha levantado y se extiende tierra adentro.

Y ahora han llegado hombres con mangueras y van regando las calles.

He aquí ahora que la noche ha muerto.

¡Qué recuerdos, qué multitud de fantasías en la mente! Sin embargo en este momento una noche ha sido arrebatada de Londres por la terrible mano del Tiempo. Un millón de cosas artificiales cubiertas momentáneamente por el misterio, como mendigos vestidos de púrpura y sentados sobre tronos de terror. Cuatro millones de personas duermen, soñando quizá. ¿A qué mundos habrán entrado? ¿A quién se habrán encontrado en ellos?

Pero mis pensamientos están muy lejos; con Betmoria en su soledad, cuyas puertas se balancean de un lado a otro. De un lado a otro se balancean, y chirrían y chirrían en el viento, pero nadie las oye. Son de cobre verde, muy bellas, pero nadie las ve ahora. El viento del desierto vierte arena en sus goznes, pero ningún centinela acude para limpiarlos. Ningún centinela ronda las almenas de Betmoria; ningún enemigo las ataca. No hay luces en sus casas, ni pisadas sobre sus calles. Permanece allí en pie, muerta y sola más allá de los Montes de Hap. Y yo quisiera ver Betmoria otra vez, pero no me atrevo.

Hace muchos años, según me han contado, que Betmoria fue desolada.

Su desolación se comenta en las tabernas de marineros, y algunos viajeros me han hablado de ello.

Yo esperaba ver Betmoria otra vez. Hace muchos años, dicen, que se hizo la última vendimia en los viñedos que yo conocía, donde todo es desierto ahora. Era un día radiante y las gentes de la ciudad bailaban entre las viñas, mientras aquí y allá alguien tocaba el kalipac. Los frondosos arbustos púrpuras estaban en flor, y la nieve brillaba sobre los Montes de Hap.

En el exterior de las puertas de cobre las uvas eran aplastadas en tinajas para hacer el sirabub. Había sido una buena vendimia.

En los pequeños jardines al borde del desierto los hombres golpeaban el tambang y el titibuk y tañían melodiosamente el zotibar.

Todo era alegría y canciones y bailes, porque la vendimia había sido recolectada y habría abundante sirabub para los meses de invierno, y aun más para cambiar por turquesas y esmeraldas a los comerciantes que bajaban de Oxuhan. Así se regocijaron todo el día con su vendimia en la estrecha franja de tierra cultivada que se extiende entre Betmoria y el desierto, el cual va a encontrarse con el cielo hacia el Sur.

Y cuando el calor del día comenzó a menguar y se aproximó el sol a las nieves de los Montes de Hap, las notas del zotibar todavía se elevaban claras de los jardines y los brillantes ropajes de los danzarines revoloteaban aún entre las flores.

A lo largo de aquel día habían sido vistos tres hombres sobre mulas cruzando las laderas de los Montes de Hap. Tres pequeñas motas negras contra la nieve se movían atrás y adelante siguiendo las revueltas del camino y descendiendo cada vez más. Se les divisó por primera vez al amanecer sobre las crestas de Peol Jaganoth y parecían provenir de Utnar Vehi. Avanzaron durante todo el día y, al atardecer, justo antes de que la luz se fuera y cambiaran los colores, se presentaron ante las puertas de cobre de Betmoria.

Portaban báculos, como suelen portar los mensajeros en aquellas tierras, y semejaron sombríamente vestidos cuando todos los danzarines los rodearon con sus atuendos verdes y lilas. Los europeos presentes que oyeron el mensaje no conocían aquella lengua y sólo entendieron el nombre de Utnar Vehi. Pero era breve y corrió velozmente de boca en boca y, casi a continuación, las gentes incendiaron los viñedos y comenzaron a huir lejos de Betmoria, marchando la mayoría hacia el Norte aunque algunos se fueron al Este.

Se precipitaron de sus hermosas casas blancas y salieron en tropel por las puertas de cobre. Cesaron repentinamente los latidos del tambang y el titibuk y las notas del zotibar, y el tañido del kalipac se detuvo un momento después.

Al instante de dar su mensaje los tres extraños viajeros se volvieron tal como habían llegado. Era la hora en que una alguna luz habría aparecido sobre las altas torres, y ventana a ventana habrían fluido en el crepúsculo las luces que espantan al león y se les habría echado el cerrojo a las puertas de cobre. Pero ninguna luz salió de las ventanas aquella noche ni volvió a hacerlo desde entonces, y las puertas de cobre fueron abandonadas abiertas para no volver a ser cerradas nunca más. Y se alzó el rumor del rojo fuego que crujía en los viñedos y el repiqueteo de pies que escapaban con ligereza.

No hubo ningún grito ni ningún otro sonido en absoluto; sólo la huida resuelta y apresurada. Escaparon tan rápida y silenciosamente como una manada de animales salvajes escapa cuando de pronto ve a un hombre. Era como si hubiera acontecido algo que habrían temido durante generaciones, algo que sólo podría ser evitado con la huida inmediata, sin que pudiera haber tiempo para la indecisión.

Entonces el miedo hizo presa también en los europeos, y ellos igualmente huyeron. Mas no he sabido nunca qué decía aquel mensaje.

Muchos creen que era un mensaje de Thuba Mleen, el misterioso emperador de aquellas tierras, nunca visto por hombre alguno, ordenando que Betmoria fuera abandonada en soledad. Otros dicen que era una advertencia de los dioses, pero no saben si de dioses contrarios o amistosos.

Y afirman otros que una plaga devastaba una hilera de ciudades en Utnar Vehi, siguiendo el viento sudoeste que durante muchas semanas había estado soplando a través de ellas hacia Betmoria.

Hay quien dice que los tres viajeros sufrían la terrible enfermedad del gnousar y que las mismas mulas estaban infectadas de ella, y suponen que el hambre los condujo a la ciudad, pero no sugieren ninguna razón para tan horrible crimen.

Pero creen los más que era un mensaje del mismo desierto, que posee toda la Tierra del Sur, hablando con su peculiar grito a aquellos tres que entendían su voz, hombres que habían permanecido sobre la arena inhospitalaria sin tiendas durante la noche, que habían pasado el día sin agua, hombres que habían estado allí donde murmura el desierto, y habían llegado a conocer sus necesidades y su malevolencia.

Dicen que el desierto tenía necesidad de Betmoria, que deseó entrar en sus encantadoras calles y enviar a sus templos y a sus casas su viento tormentoso cubierto de arena. Ya que él odia el ruido y la vista del hombre en su viejo y perverso corazón, y deseaba tener a Betmoria silenciosa y tranquila, a salvo para él y el amor fatal que le susurra a sus puertas.

Si yo supiera qué decía aquel mensaje que los tres hombres trajeron en sus mulas y comunicaron en las puertas de cobre, creo que hubiera vuelto para ver Betmoria otra vez. Pues me invade aquí en Londres una gran ansia de ver una vez más la blanca y hermosa ciudad. Y sin embargo no me atrevo, ya que no conozco el peligro al que debería enfrentarme, o si debería arriesgarme a la furia de terribles dioses desconocidos, o a alguna enfermedad indecible y lenta, o a la maldición del desierto o la tortura en alguna pequeña cámara secreta del emperador Thuba Mleen, o a algo que los viajeros no han contado… quizá más espantoso todavía.


w Edward John Moreton Drax Plunkett, Lord Dunsany official site of the dunsany family  w Lord Dunsany en hplovecraft.es
w Ir a Cinco mil caminos equivocados

6/1/10

Propósitos para cuando llegue a viejo

J. Swift

[Del libro Ideas para sobrevivir a la conjura de los necios de Jonathan Swift, traducción de M. Bach, Ediciones Península 2000.]


No casarme con una mujer joven.

No relacionarme con los jóvenes a menos que ellos me lo pidan.

No ser malhumorado, ni taciturno, ni desconfiado.

No desdeñar los usos, reputaciones, modas, guerras, ni a los hombres actuales.

No encariñarme con los niños, ni permitir siquiera que se acerquen a mí.

No repetir la misma historia una y otra vez a los mismos interlocutores.

No ser codicioso.

No descuidar el decoro ni el aseo personal, para no resultar repugnante.

No ser demasiado severo con los jóvenes, sino mostrar indulgencia con sus locuras juveniles y sus flaquezas.

No dejarme influir ni prestar atención a los chismes de los criados u otras personas.

No prodigarme en consejos ni abrumar a nadie, excepto a aquellos que me lo pidan.

Pedirles a algunos buenos amigos que me comuniquen cuales de estos propósitos quebranto o desatiendo, y que me digan cuando lo he hecho, para enmendarme.

No hablar mucho, ni siquiera de mí mismo.

No alardear de mi apostura, vitalidad o fortuna de antaño ante las damas u otras personas.

No prestar atención a los halagos, ni imaginar que puedo despertar el amor de una joven dama et eos qui hereditatem captat odisse ac vitare (y aborrecer y evitar a quienes ambicionan mi herencia).

No ser categórico ni porfiado.

No empeñarme en cumplir todas estas reglas, no vaya a ser que al final no observe ninguna.
.

5/1/10

El baile

G. Cavagna

[No puedo resistirme a la tentación ;-) de transcribir este edificante capítulo del libro Hacia dios y con dios. Reflexiones para las jóvenes católicas, precisamente de la parte III La santa batalla, escrito por el presbítero Giuseppe Cavagna y traducido al español por el padre carmelita Pablo María Casadevall, publicado por Luis Gili Editor en 1943. Cosas que compro en las tiendas de segunda mano y que leo en el cuarto de baño.]


He aquí a otro enemigo: el baile. Enemigo terrible, porque se presenta bajo una forma especial de seducción, con una infinita serie de pretextos.
Te haría una ofensa si pensara que bailas; lo que vas a leer sírvate para vencer la tentación de bailar, si acaso te asaltara. Los bailes, especialmente los modernos, son la ruina total de una muchacha, ruina del alma y del cuerpo. ¿Exagero? No. Oye. “El baile, escribe Selgas, es un viaje rapidísimo en torno a infinitos peligros para la inocencia, para el pudor, para la honestidad”. Graves palabras, pero por desgracia muy verdaderas.
¿En dónde se desenvuelven los bailes? En ambientes mundanos, negación del espíritu cristiano; en lugares en donde triunfa el hedonismo, es decir, la moral del placer.
¿Quién toma parte en los bailes? Los sujetos más equívocos y casquivanos de la sociedad: jóvenes libertinos y manirrotos, sin honestidad y sin ideales; mujeres sin pudor, faltas de todo sentido de nobleza.
Piensa en cómo se hallará en semejante compañía una muchacha, cómo podrá resistir la vorágine de la sensualidad.
Mira a tu alrededor. Las aficionadas al baile que conoces, ¿son acaso las mejores hijas en casa, en la oficina, en la sociedad? Los mayores escándalos acontecen entre estas pobres criaturas, asiduas a los bailes, trastornadas por la loca pasión de la danza. Las salas de baile son los cementerios de la honestidad y de la inocencia; salones de pecados.
“Los bailes y danzas atraen ordinariamente todos los pecados y vicios que reinan en aquellos lugares.” Así hablaba san Francisco de Sales de los bailes del siglo XVII.

Dime, hija mía, si tienes un poco de fe, ¿cómo podrás exponerte a tan graves peligros? El baile es una tempestad que destruye todas las flores del alma, las virtudes.
“¿Ignoras, dice san Roberto Belarmino, ignoras los peligros del baile? ¿Ignoras que muchas fueron al baile vírgenes y volvieron pecadoras?”
¿Sabes tú cuál es el insulto más atroz que se pueda lanzar contra una muchacha? “Eres una bailarina.”
Las bailarinas, pobres criaturas, están destinadas a ser los trapos de la humanidad, semejantes a las rosas que se deshojan rápidamente y acaban en el basurero.
Los bailes son la ruina del cuerpo sano, por el cansancio que importan, por el ambiente y la hora en que se desenvuelven.
Es cansado bailar. ¡Pobre corazón, a qué fatiga se le somete en los vortiginosos movimientos de la danza, y qué desgaste del sistema nervioso con la sucesión de tantas voluptuosas sensaciones!
¡Y qué ambiente más corrompido! En el polvo que se levanta en las salas de baile anidan los gérmenes de todas las enfermedades y se respiran con oleadas de acres perfumes.
Y de las caldeadas salas de baile se vuelve a casa temblando con el frío de las noches invernales. ¡Cuántos resfriados, cuántas toses obstinadas que degeneran en tisis!
Sí, en tisis. Muchas veces, por desgracia, esta enfermedad es ocasionada por la loca voluptuosidad de la danza.
¡Qué terrible es morir de tisis, después de una progresiva consunción del organismo! El pensamiento se aparta asustado. Pero mucho más terrible es la tisis moral causada por el baile; poco a poco el baile despoja al alma de toda virtud, de toda nobleza, de todo ideal. Terrible mutilación que lleva a irreparable ruina.
Hija mía, por tu alma, por tu salud, por tu porvenir, huye del baile.

27/11/09

Linajes sirénidos en el Occidente europeo

Álvaro Cunqueiro
[Traducción del texto leído por el autor en Andar e ver por Galicia, programa de Radio Nacional de España 1979-80
Ver abajo el original en gallego]


En la revista Le Blason Flamant el profesor Jean Van Oestel publica un hermoso trabajo sobre aquellos linajes antiguos de Europa occidental que de alguna manera están relacionados con sirenas. Ya el llorado etnógrafo portugués doctor Fernando de Castro Pires de Lima se ocupó de este asunto; y, en su hermoso libro Adral, que ahora mismo llega a los escaparates de las librerías, el profesor Filgueira Valverde le dedica una nota referente a los linajes gallegos.

Por cierto, que a todo curioso lector gallego le recomiendo la lectura de este libro, en el que hay tanta noticia de los días pasados y tanta novedad galiciana fruto del saber del gran maestro pontevedrés.

Volviendo al tema. Resulta que en Normandía hay tres linajes que se precian de descender de sirenas, otros tres en Bélgica y Holanda, uno en Dinamarca, dos en Escocia y cuatro en Irlanda. No figura en la lista el linaje gallego de los Mariño, apellido que llevaba en segundo lugar mi abuelo paterno, don Carlos Cunqueiro y Mariño de Lobeira.

Mariños, Padín, Goyanes, dicen descender de una sirena. Lo que no sabemos es si de la misma sirena, ni cuál fue el suceso que dio origen a la leyenda; que tuvo necesariamente que haberlo. Supongamos un naufragio a la altura de Sálvora, o de la isla de Ons, y que de él se salva una hermosa dama de dorado cabello, que canta con dulcísima voz, y que se casa con un hidalgo del país, y tiene descendencia. Las gentes la tomarían, a la bella señora, por la sirena del mar. Y de estas bodas vendría el poner, la familia hidalga gallega, en su escudo una sirena sobre tres aguas azules.

Los Padín dicen que la sirena de la que descienden, y tienen cartas ejecutivas aprobadas en la Real Cancillería de Valladolid, tuvo amores nada menos que con don Roldán, marqués de Bretaña, el amigo de Carlomagno muerto en la rota de Roncesvalles. De estos amores quedó encinta la sirena ―su nombre no nos ha llegado―, y cuando le vino la hora de dar a luz, se encontró cerca de una playa gallega, sin duda que en las Rías Bajas y aún más concretamente en la de Arosa. Dio a luz a un hermoso niño al que, por ser hijo de don Roldán, le pusieron en el bautismo Palatinus, de donde, por corrupción, viene Padín. Y de este doncel descienden todos los Padín que en Galicia han sido.

La historia estará siempre incompleta porque nunca sabremos quien recogió y crio a Palatinus, a quien se lo dejó la sirena. Palatinus, al parecer, nació sin rastro alguno en su cuerpo del linaje materno, sin cola como las sirenas, sin escamas, y en ninguno de sus descendientes, que se sepa, hubo salto atrás y salió ninguna nueva sirena.

De Palatinus descienden igualmente, al parecer, los Mariño y los Goyanes. Aunque bien habría podido ser que otros gallegos hubieran tenido amores con las sirenas que los rondaban, que rondaban las playas nuestras en los atardeceres de verano. Porque parece probado que es en el tiempo de verano y a la caída de la tarde cuando más y mejor canta la sirena, y que es difícil oírla matinal, salvo en la mañana de san Juan.

Con mi afición a poner por teatro, por autos y por misterios los sucesos prodigiosos, puedo imaginar que la playa donde dio a luz la sirena fue la de La Lanzada, y el recién nacido, depositado a los pies de Nuestra Señora que allí tiene antigua y famosa capilla. Podemos imaginar que la sirena fuera cristiana y que al dejarle el hijo suyo a la Virgen, se volviera al mar cantando el Ave Maria Stella.

En el estudio de Van Oestel se dice que los descendientes holandeses de una sirena tenían en el lomo derecho una mancha escamosa, y esto durante varias generaciones. De un linaje irlandés con ascendencia sirénida se dice que, al llegar la hora de morir, las mujeres que tenían mala voz y que quizá nunca habían cantado a lo largo de su vida, ahora, al final, se ponían a cantar en extraña lengua doloridas canciones que turbaban y hacían llorar a los que las escuchaban y, en algunos casos, en algún deudo suyo, los llevaban a la locura.

Cómo engendran y cómo daban la luz las sirenas no lo sabemos. Quienes más supieron de sirenas fueron los canónigos de la catedral de Ruan, en Normandía, que intentaban incluso cobrarles impuesto a estas señoras. Y si se moría ahogado un joven en la desembocadura del Sena, les echaban la culpa y las citaban para que remontaran el río y se presentaran en la Puerta Matilde, donde serían juzgadas y condenadas.

Lo que se sabe de las sirenas es que no tienen ombligo y que se les conoce la edad en los dientes, que con los años se les van poniendo azules. Las sirenas pueden vivir hasta trescientos años, y viven en anarquía, en el mar. Y que es cierto que además de ser encantadoras y de conquistar a los hombres con su belleza y con la dulzura extraña de su canto, que escucharlo es como drogarse, es verdad que poseen grandes tesoros escondidos que regalan a los hijos que tienen. Así, el Palatinus de nuestros arenales recibió de su madre, la amante de don Roldán, un gran tesoro y alhajas en abundancia.

En fin, el padre Feijoo no creía en las sirenas, aunque por otra parte creía en los tritones, si bien su voz, decía, no había sido escuchada modernamente.

Yo confieso que moriré un poco frustrado por no haber escuchado nunca cantar a la sirenita del mar.


Linaxes serénidas no Occidente europeo

Na revista Le Blason Flamant o profesor Jean Van Oestel publica un fermoso traballo sobre aquelas linaxes antigas da Europa occidental que de algunha maneira están relacionadas con sereas. Xa o chorado etnógrafo portugués doctor Fernando de Castro Pires de Lima ocupouse deste asunto; e, no seu fermoso libro Adral, que agora mesmo chega aos escaparates das librerías, o profesor Filgueira Valverde dedícalle unha nota referente ás linaxes galegas.
Por certo, que a todo curioso leitor galego recoméndolle a leitura deste libro, no que hai tanta noticia dos días pasados e tanta novidade galiciana fruto do saber do grande mestre pontevedrés.
Volvendo ao tema. Resulta que na Normandía hai tres linaxes que se precian de descender de sereas, outros tres en Bélxica e Holanda, un en Dinamarca, dous en Escocia e catro en Irlanda. Non figura na lista a linaxe galega dos Mariño, apelido que levaba en segundo lugar o meu avó paterno, don Carlos Cunqueiro e Mariño de Lobeira.
Mariños, Padín, Goyanes, din descender dunha serea. O que non sabemos é se da mesma serea, nin cal foi o suceso que deu orixe á lenda; que tivo necesariamente que habelo. Supoñamos un naufraxo á altura de Sálvora, ou da illa de Ons, e que se salva del unha fermosa dama de dourado cabelo, que canta con docísima voz, e que se casa cun fidalgo do país, e ten descendencia. As xentes tomaríana, á bela señora, coma a serea da mar. E destas vodas viría o poñer, a familia fidalga galega, no seu escudo, a unha serea sobre tres augas azuis.
Os Padín din que a serea da que descenden, e teñen cartas executivas aprobadas na Real Cancillería de Valladolid, tivo amores nada menos que con don Roldán, marqués de Bretaña, o amigo de Carlomagno morto na roita de Roncesvalles. Destes amores quedou encinta a serea ―o seu nome non nos chegou―, e cando lle veu a hora de dar a luz, atopouse perto dunha praia galega, sen dúbida que nas Rías Baixas e aínda máis concretamente na de Arousa. Deu a luz un fermoso neno ao que, por ser fillo de don Roldán, puxéronlle no bautismo Palatinus, de donde, por corrupción, ven Padín. E deste doncel descenden todolos Padín que en Galicia foron.
A historia estará sempre incompleta porque nunca sabremos quen recolleu e criou a Palatinus, a quen llo deixou a serea. Palatinus, ao parecer, naceu sen rastro algún no seu corpo da linaxe materna, sen cola coma as sereas, sen escamas, e en ningún dos seus descendentes, que se saiba, houbo salto atrás e saiu unha nova serea.
De Palatinus descenden igualmente, ao parecer, os Mariño e os Goianes. Aínda que ben puidera ser que outros galegos tiveran amores coas sereas que nos rondaban, que rondaban as praias nosas nos luscofuscos do verán. Porque parece probado que é no tempo do verán e á caída da tarde cando máis e mellor canta a serea, e que é difícil ouvila matinal, salvo na mañá de san Xoan.
Coa miña afición a poñer por teatro, por autos e por misterios os sucesos prodixiosos, poido imaxinar que a praia donde deu a luz a serea foi a d'A Lanzada, e o recén nado, depositado aos pés da Nosa Señora que alí ten antiga e famosa capela. Podemos imaxinar que a serea fose cristiana e que ao deixarlle o fillo seu á Virxe, se volvese ao mar cantando o Ave Maria Stella.
No estudo de Van Oestel dise que os descendentes holandeses dunha serea tiñan no lombo dereito unha mancha escamosa, e isto durante varias xeracións. Dunha linaxe irlandesa con ascendencia serénida dise que, ao chegar a hora de morrer, as mulleres que tiñan mala voz e se cadra nunca cantaron ao longo da sua vida, agora, no final, púñanse a cantar en estraña lingua cancións doentes que turbaban e facían chorar aos que as escoitaban e, nalgúns casos, nalgún deudo seu, chegaban á loucura.
Como enxendran e como daban a luz as sereas non o sabemos. Quenes máis souberon de sereas foron os canónigos da catedral de Ruan, en Normandía, que intentaban incluso o cobrarlles imposto a estas señoras. E se morría afogado un mozo na desembocadura do Sena, botábanlles a culpa e as citaban para que remontasen o río e se presentasen na Porta Matilde, onde foran xulgadas e condenadas.
O que se sabe das sereas é que non teñen embigo e que se lles coñece a idade nos dentes, que cos anos se lles van poñendo azuis. As sereas poden vivir até trescentos anos, e viven en anarquía, na mar. E que é certo que ademáis de ser encantadoras e de conquistar aos homes coa súa beleza e coa dozura estraña do seu canto, que escoitalo é coma drogarse, é verdade que posúen grandes tesouros agachados que regalan aos fillos que teñen. Así, o Palatinus dos nosos areais recibiu da súa nai, a amante de don Roldán, un grande tesouro e alfaias a bandeo.
En fin, o pai Feixoo non cría nas sereas, mais por outra banda cría nos tritóns, aínda que a súa voz, decía, non fora escoitada modernamente.
Eu confeso que morrerei un pouco frustrado por non ter escoitado nunca cantar á sireniña do mar.
.
.
8Biografía de A. Cunqueiro en cervantes.es

26/9/09

Visita al Templo de la Conservación del Incienso

Wang Wei (699-761)


Sin saber dónde estaba el templo
viajé muchas leguas por colinas neblinosas,
a través de viejos pinares, sin buenos caminos,
hacia las campanas que sonaban entre profundos desfiladeros.
Arroyos gorgoteantes desde las altas rocas;
lejano sol en las ramas del abeto.
Sentado en la noche junto al estanque de la montaña
buscaba reinar sobre el Dragón.

___
8Más sobre Wang Wei y este poema en La Gran Época, web dedicada a información sobre China en varios idiomas.

10/9/09

La leyenda de Gilgamesh. Canto primero (1)

ēgm.


Aquel, el que vio lo profundo,
los fundamentos del País,
que las costumbres conocía
y era sabio en todas las cosas:
Gilgamesh que vio lo profundo,
los fundamentos del País,
y las costumbres conocía,
era sabio en todas las cosas.

El que visitó los santuarios
y contemplando los misterios
adquirió gran sabiduría
y comprendió todas las cosas.
Vio aquello que era secreto,
descubrió lo que estaba oculto;
regresó trayendo noticias
de antes aun del Diluvio.

Al cabo de un largo viaje,
tras la fatiga halló el descanso
y sobre una estela de piedra
escribió sus grandes esfuerzos.
Mandó edificar los baluartes
de Úruk, bien amurallada,
y también el santo tesoro,
el sagrado templo Eanna.

Admirad su muro exterior,
de bronce parece construido;
sus columnas, inimitables.
Subid la antigua escalinata
y aproximaos al Eanna,
morada de Íshtar la diosa,
tal que hombre alguno ni rey
logrará igualarlo jamás .

Ascended luego a las murallas
de Úruk y allí recorredlas.
Examinad bien sus ladrillos
y fijaos en los cimientos.
¿No fueron acaso cocidos
en horno aquellos ladrillos?
¿Y no fueron los Siete Sabios
los que sus cimientos pusieron?

Mirad desde estas murallas
a Úruk la bien cercada:
trescientas hectáreas de casas,
trescientas hectáreas los huertos,
trescientas hectáreas el templo
de Íshtar la diosa, sagrado;
casi mil hectáreas abarca,
con casas y huertos y el templo.

El cofre ahora buscad
de cobre con cierre de bronce.
Soltad el cerrojo que abre
la puerta de tantos secretos.
La tablilla de lapislázuli
leed, y que todos escuchen
de cómo fue el rey Gilgamesh,
de las pruebas que superó.

Supremo entre todos los reyes,
el héroe de magna estatura.
El ínclito hijo de Úruk,
como un toro bravo acornea.
Avanza en vanguardia en la lucha,
cual deben ir siempre los jefes,
y cuando va a retaguardia
es para auxiliar a los suyos.

Tupida, la red de combate
que escuda y defiende a sus huestes,
torrente impetuoso y violento
que el muro de piedra destruye.
Toro, hijo de Lugalbanda,
Gilgamesh perfecto en su fuerza;
amamantado por la excelsa,
por Ninsun la Vaca Salvaje.

Tal es Gilgamesh el altivo,
el magnífico, el deslumbrante.
El que por los desfiladeros
abrió pasos en las montañas,
aquel que excavó hondos pozos
en las faldas de las colinas
y cruzó el mar, el vasto océano,
hasta donde Shamash se alza.

Exploró el confín de la tierra
buscando incansable la Vida
y llegó por sus propias fuerzas
hasta Utnapíshtim el Lejano,
quien restauró los santuarios
destruidos por el Diluvio
y reestableció los ritos
para toda la humanidad.

¡Quién podrá, entre todos los pueblos,
comparársele en realeza!
¿Quién, como Gilgamesh, decir
y proclamar: «¡Yo soy el Rey!»?
Fue con el nombre de Gilgamesh
llamado desde que nació,
el que es en dos tercios dios
y tan sólo en uno es humano.

La Gran Diosa Madre, ella misma,
fue quien le otorgó la belleza;
Nudímmud, el que hizo a los hombres,
le dio su apariencia y su forma.
Ádad, dios de la Tempestad,
le concedió el heroísmo;
Énlil, la estatura perfecta;
Shamash le dio virilidad.

Fue así que al divino Gilgamesh
después de haber sido creado
lo formaron los Grandes Dioses
a su imagen y semejanza.
Ádad, dios de la Tempestad,
le concedió el heroísmo;
Énlil, la estatura perfecta;
Shamash le dio virilidad.

Fue así que al divino Gilgamesh
después de haber sido creado
lo formaron los Grandes Dioses
a su imagen y semejanza.
Portentoso era en altura,
enorme el vigor de su pecho;
sus miembros tan desmesurados
cual pleno de fuerza y soberbia.

___
Copiado por el escriba En-Gumi sobre pantalla de ordenador, brillante y luminosa como tablilla de lapislázuli. Santa Rosa, Barcelona, septiembre 2009. m: 9×8 (Continuará)

Notas
Diluvio: El mito del diluvio es común a muchas culturas primitivas, consecuencia de grandes inundaciones o maremotos que cubrieron países enteros. Eanna: Gran templo en Úruk, sede de los dioses Anu e Inanna (Íshtar).
Énlil: Dios de la tierra y del viento. Gilgamesh: El personaje histórico de este nombre reinó en Úruk, Súmer (Mesopotamia), hacia 2650 a.c. Después de muerto fue divinizado y su vida y figura mitificadas hasta convertirse, a lo largo de dos milenios, en la Epopeya, la Leyenda de Gilgamesh. Hectáreas: La medida que aparece en el texto acadio es el sar, equivalente a unas 350 hectáreas. Íshtar: Diosa acadia del amor y de la guerra, hija de Anu; la diosa más importante de la mitología asirio-babilónica. Ladrillos cocidos en horno: Eran más valiosos que los simplemente secados al sol. Lapislázuli: Piedra semipreciosa muy apreciada en la antigua Mesopotamia; se colocaban tablillas de lapislázuli con textos grabados dentro de cofres, a modo “de primera piedra”, en los cimientos de los templos. Lugalbanda: Padre de Gilgamesh, segundo rey mítico de Úruk despues del Diluvio. Ninsum: Madre de Gilgamesh, diosa de los bóbidos salvajes. Nudímmud: "Hacedor de hombres", nombre del dios Ea. Shamash: El dios sol, dios también de la justicia y los oráculos. Siete Sabios: Antiquísimos sabios que se suponía que habían enseñado a los hombres sus conocimientos técnicos y de civilización. Úruk: Una de las principales ciudades de Súmer, en la orilla derecha del Éufrates; actualmente Warka.

Bibliografía
Poema de Gilgamesh. Traducción del acadio por F. Lara Peinado. Tecnos, Madrid 2007.***
Gilgamesh. Traducción del acadio por J. Silva Castillo. Kairós, Barcelona 2006.**
El poema de Gilgamesh. Traducción del acadio al catalán por L. Feliu Mateu y A. Millet Albà. Universitat Autònoma de Barcelona, 2007.***
La epopeya de Gilgamesh. Traducción del acadio al francés por J. Bottéro, traducción del francés por P. López. Akal, Madrid 2007.*
La epopeya de Gilgamesh. Traducción del acadio al inglés por A. George, traducción del inglés por F. Chueca. Mondadori, Barcelona 2008.*

Gilgameš o La conquista de la inmortalidad. Comentario y traducción incompleta del acadio al itaiano por F. D'Agostino, traducción del italiano, quizá a través del inglés, de F. del Río. Madrid, Trotta 2007.*

Imágenes (© Trustees of the British Museum)
1. Gilgamesh. 2. Tablilla 11 de la Epopeya de Gilgamesh. 3. La diosa Ishtar

9/8/09

A las aves, meu amigo

Fernando Esquío (Ferrol, Galicia, siglo 13º)

Vaiamos, irmana, vaiamos dormir
nas ribas do lago, u eu andar vi
a las aves, meu amigo.

Vaiamos, irmana, vaiamos folgar
nas ribas do lago u eu vi andar
a las aves, meu amigo.

Enas ribas do lago u eu andar vi,
seu arco na mano, as aves ferir,
a las aves, meu amigo.

Enas ribas do lago u eu vi andar,
seu arco na mano, a las aves tirar,
a las aves, meu amigo.

Seu arco na mano, as aves ferir;
e las que cantavan leixa-las guarir
a las aves, meu amigo.

Seu arco na mano, a las aves tirar;
e las que cantavan non as quer matar
a las aves, meu amigo.

8Escuchar versión Pikoul Sisters:

`español

Vayamos, hermana, vayamos dormir
a orillas del lago donde yo andar vi
a las aves, mi amigo.

Vayamos, hermana, vayamos jugar
a orillas del lago donde vi andar
a las aves, mi amigo.

A orillas del lago donde yo andar vi,
su arco en la mano, a las aves herir,
a las aves, mi amigo.

A orillas del lago donde vi andar,
su arco en la mano, a las aves tirar,
a las aves, mi amigo.

Su arco en la mano, las aves herir;
y a las que cantaban dejarlas huir,
a las aves, mi amigo.

Su arco en la mano, a las aves tirar;
y a las que cantaban no quiere matar,
a las aves, mi amigo.



`català

Anem hi, germana, anem hi dormir
a vores del llac on caminar he vist
a les aus, mon amic.

Anem hi, germana, anem hi jugar
a vores del llac on he vist caminar
a les aus, mon amic.

A vores del llac on caminar he vist,

son arc a la mà, a les aus ferir,
a les aus, mon amic.

A vores del llac on he vist caminar,

son arc a la mà, a les aus tirar,
a les aus, mon amic.

Son arc a la mà, a les aus ferir;
i les que cantaven deixar-les fugir,

a les aus, mon amic.

Son arc a la mà, a les aus tirar;
i les que cantaven no les vol matar,

a les aus, mon amic.


`français

Allons là, ma soeur, allons nous dormir
au bord là du lac, où marcher je ai vu
aux oiseaux, mon ami.

Allons là, ma soeur, allons nous jouer
au bord là du lac, où je ai vu marcher
aux oiseaux, mon ami.

Au bord là du lac, où marcher je ai vu,
son arc à la main, les oiseaux blesser,
aux oiseaux, mon ami.

Au bord là du lac, où je ai vu marcher,
son arc à la main, les oiseaux tirer,
aux oiseaux, mon ami.

Son arc à la main, les oiseaux blesser;
et celles qui chantaient il les laisse fuir,
aux oiseaux, mon ami.

Son arc à la main, les oiseaux tirer;
et celles qui chantaient il ne veut pas tuer,
aux oiseaux, mon ami.


`italiano

Andiamo, sorella, andiamo dormire
sulle rive del lago dove io camminare vidi
agli uccelli, il mio amico.

Andiamo, sorella, andiamo giocare
sulle rive del lago dove vidi camminare
agli uccelli, il mio amico.

Sulle rive del lago dove io camminare vidi,
il suo arco nella mano, agli uccelli ferire,
agli uccelli, il mio amico.

Sulle rive del lago dove vidi camminare,
il suo arco nella mano, agli uccelli tirare,
agli uccelli, il mio amico.

Il suo arco nella mano, gli uccelli ferire;
e quelle che cantavano lasciarloro fuggire,
agli uccelli, il mio amico.

Il suo arco nella mano, agli uccelli tirare;
e quelle che cantavano non vuole ammazzare,
agli uccelli, il mio amico.


`english

Let's go, my sister , let's go to sleep
on the banks of the lake where I saw to walk
at the birds, he my friend.

Let's go, my sister, let's go to play
on the banks of the lake where I saw to walk
at the birds, he my friend.

On the banks of the lake where I saw to walk,
his arch in the hand, at the birds he was wounding,
at the birds, he my friend.

On the banks of the lake where I saw to walk,
his arch in the hand, at the birds he was shooting,
at the birds, he my friend.

His arch in the hand, at the birds he was wounding;
and those who were singing he was leaving them to flee,
at the birds, he my friend.

His arch in the hand, at the birds he was shooting;
and those who were singing he does not want to kill,
at the birds, he my friend.
.

4/7/09

De una mujer que acusaba a su marido de tener el miembro pequeño

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Cuentecillo incluido en una recopilación de fabulas breves y divertidas de finales del siglo 15, conocida como el Ysopete o Esopete Ystoriado, supuestamente escritas por Esopo.

Poge, florentino, cuenta que en otros tiempos uno llamado Nero de Paçis, entre los otros florentinos de su época, era muy sabio y prudente y muy rico. Y este Nero tenía una hija muy hermosa a la cual él dio en casamiento a un hombre no menos hermoso, rico y de buen linaje, el cual después de las bodas la llevó consigo a un castillo donde él era señor cerca de Florencia. Y después de cierto tiempo de recién casado trajo a su esposa y mujer a la casa del padre como es costumbre de hacer en algunos lugares ocho días después de las bodas. Y cuando esta recién casada llegó a casa de su padre no mostraba mucha alegría sino que, cuando la miraban, inclinaba su vista al suelo como melancólica y llena de pensamientos. Y cuando la madre vio a su hija tan pensativa y doliente le preguntó la causa de su dolor diciendo:
―¿Cómo os va, mi amada hija? ¿Qué os falta? ¿No encontráis las cosas a vuestra voluntad y placer? ¿Por qué estáis tan melancólica?
La hija respondió llorando muy tiernamente:
―¡Ay, mi madre! Vos no me habéis casado con un hombre, pues lo que un hombre debe tener éste no lo tiene. Pues él tiene muy pequeña la parte del miembro de generación por el que se hace el casamiento.
Y de esto fue la madre muy triste y muy airada por haber tenido tal fortuna. Y se fue a su marido Nero y comenzó a contarle la materia tal como su hija le había dicho. Y él fue grandemente airado y triste. Y aun estas nuevas fueron manifestadas por toda la casa a los amigos de la esposa, por lo cual todos fueron muy maravillados de cómo tan hermoso mancebo era indigente en la tal parte del cuerpo para el caso de la generación. Fueron mientras tanto puestas las mesas y el esposo acompañado de sus más cercanos parientes y amigos fueron alegremente a sentarse a la mesa, a pesar de que los parientes de ella fueran muy tristes y pensativos. Y cuando el recién casado vio que los suyos eran alegres y los parientes de su esposa tristes, él les ruega que le digan por qué son tristes pero ninguno le respondió. Mas aún otra vez les demanda cuál era la causa de su tristeza y respondió uno de los más liberales y díjole en secreto:
―Cierto, mi amigo, tu esposa nos ha dicho que tú no eres hombre para cumplir matrimonio.
Y cuando esto oyó el esposo comenzó a reír en alta voz y dijo a todos:
―Poned buena cara y tened placer pues pronto será la causa de vuestro dolor pasada.
Y él iba vestido de una ropa corta. Y desatada su bragueta debajo de la mesa, muestra delante de toda la compañía un miembro harto grande y conveniente a generación, del cual todos fueron muy alegres, y los hombres lo deseaban tener como él, y las damas que sus maridos lo tuviesen tan grande y fuesen así de bien fornidos. Y esto visto, algunos de los parientes de la esposa se acercaron a ella y le dijeron:
―Tú te equivocas al quejarte de un tal hombre a quien la naturaleza tan bien proveyó del miembro por el que tú le acusas cuando deberías estar bien contenta.
Y así la reprendían por la locura que la había tomado.
Respondió entonces la recién casada:
―¿Por qué me reprendéis? Pues yo no me quejo sin causa. Nuestro asno pequeño, que es una bestia bruta, tiene un miembro gordo y largo como mi brazo. Y mi marido, que es hombre, tiene apenas la mitad.
Y así pensaba la simple que los hombres son tan bien fornidos como los asnos.
Y por eso se dice comúnmente: "Mucho más falta de lo que el loco se piensa".
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26/6/09

Manifiesto Dada (Fragmentos)

Tristan Tzara

dADa fue un subproducto de la época de las vanguardias, sin embargo las ha transcendido y el dadaísmo, de manera más o menos consciente, está más presente hoy en muchas formas de entender el arte, la cultura, el pop, los grafittis de las calles y en la vida, que todas las vanguardias juntas. Y muchas de las afirmaciones de Tzara siguen vigentes casi un siglo después.
El Manifiesto Dada fue publicado por Tristan Tzara en 1918 en la revista Dada en Zürich, donde los dadaístas se refugiaban de la Gran Guerra en torno a una cervecería que sería llamada Cabaret Voltaire, convertida ahora en refugio de neohippies antisistema.
Los fragmentos siguientes están tomados de Manifiesto Dada, Tristan Tzara, editorial Anagal >máquina textual deseante<, anagal@no-log.org. No consta nombre del traductor.
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(…) Yo escribo un manifiesto y no quiero nada a cambio, y sin embargo digo algunas cosas y por principio estoy contra los manifiestos, como, por lo demás, estoy contra los principios; decilitros para medir el valor moral de cada frase. Demasiado cómodo: la realidad ha sido inventada por los idealistas.
Escribo este manifiesto para demostrar como se pueden llevar a cabo al mismo tiempo las acciones más contradictorias con un único y fresco aliento; estoy contra la opinión y a favor de la contradicción continua, pero también estoy por la afirmación. No estoy ni por el pro ni por el contra y no quiero explicar a nadie por qué odio el sentido común. Ya no queda nada. Dada. ¿Te acuerdas del hoy hecho mañana?
(…)
El espectador que trata de explicar una palabra es un confabulador: el público infame que quiere conocer a toda costa. La gente se suicida hoy con la cadena del váter; el mañana se presenta tan higiénico que deseo regurgitar sobre él. Así terminaremos todos, colgados del retrete.
(…)
La obra de arte no debe ser la belleza en sí misma porque la belleza ha muerto; ni alegre ni triste, ni clara ni oscura, ni nada en definitiva, nada de nada, niente, nada. Una obra de arte nunca es bella por decreto, nada puede ser algo por decreto, ¿quién decreta objetivamente y para todos? La obra de arte no tiene ni puede tener amo, ni dueño, ni autor, ni usuario, ni observador, porque como tal no existe. Por ello la crítica es inútil, no existe más que subjetivamente, sin el mínimo carácter de generalidad. ¿Hay quien crea haber encontrado la base común a toda la Humanidad? La religión, que cubre con sus amplias alas: la mierda, las bestias, los días. Credos abstractos, salmodias, recitaciones y demás actos de fe sucumben incongruentes ante la necesidad de Dioses.
¿Cómo se puede poner orden en el caos de infinitas e informes variaciones que es el Hombre? Lo que se sigue llamando “cultura” no es más que el barniz con que se quiere esconder la miseria cotidiana. Sofisticación de lo muerto, relojes que miden el vacío de una vida dedicada a hacer cuentas. Mi amor, ¿cuánto nos queda? Dada quiere tragarse la vida. Nada de piedad. Dada no es una curva pintada en un lienzo ni unas cuantas líneas escritas sobre hojas blancas. No hay obras que valgan si no hacen la vida mejor que el arte. Hasta ahora el arte no ha hecho más que decorar la vida, ahora quiere transformarla. Lalala.
Así nació dAdA, de una necesidad de independencia, de desconfianza hacia la institución. Los que están con nosotros conservan su libertad. No reconocemos ninguna teoría. Basta de academias cubistas y futuristas, laboratorios de ideas formales. ¿Sirve el arte para amontonar dinero y acariciar a los gentiles burgueses? Las rimas acuerdan su tintineo con las monedas y la musicalidad resbala a lo largo del vientre visto de perfil. Todos los grupos de artistas han ido a parar a este banco a pesar de cabalgar distintos cometas. Se trata de una puerta abierta a las posibilidades de revolcarse entre muelles almohadones y una buena mesa. Las últimas vanguardias no han hecho más que escoger su menú. Nosotros vamos a elegir a quién nos comemos.
Dios ha muerto, ¡dada vencerá! 1, 2, 6. Dada no trabaja, juega, 7, 5, 3. Dada no se casa, ama. 5, 4, 13. Las matemáticas lo prueban cuando Euclides se vuelve malva. Cuentas de hados. Desconfíen de DadA. Nuestra sangre es vigorosa. La electricidad es inútil sin el manantial de la herida.
(…)
El arte, la obra, la estupidez y la obra de arte no son más que la falsa rareza de una fiebre que se aprehende con calentura. Escribe, déjalo salir. ¿Qué puede pasar?, ¿que muera alguien más? Tranquilo, tú descansa y vete a la cama temprano. Mañana te espera un duro día de trabajo. Al día siguiente te levantarás y a lo mejor tu mediocridad sufrirá un arrebato certero al sentirse tentada. ¡Qué difícil es sentirse normal!
Todo tu tú es una pantomima. Una improvisación pactada. Nada consigue ser real para siempre. No me gustan tus pescados, ni tus ahorcados. ¿Hay alguien ahí que todavía sepa pescar?
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El nuevo artista protesta, ya no pinta (reproducción simbólica e ilusionista), sino que crea directamente en piedra, cóctel de gambas, hierro y fiambre reciclado bloques de organismos móviles a los que el límpido viento de la lucha de clases hace parpadear. Los sentidos dan vueltas en torno al poder de la imagen mientras la autonomía crece como una ostra en el ano.
Toda obra pictórica o plástica es entonces inútil, como la cuchara para el filete; sólo sirve de monstruo o para atragantarse. Para dar miedo a los espíritus serviles y no como algo dulzarrón que ornamenta los refectorios. Animales vestidos de paisano que ilustran la fábula triste de la humanidad con cruces y sortilegios. Por eso la razón nos aconseja como el peor de los gobiernos: sin piedad. El sueño se convierte así en un sonámbulo burgués y romántico. Dándole al pueblo todo el opio del bienestar que necesita; sólo los imbéciles, los artistas y los administradores de fincas acuden a él como las moscas a la tonsura nocturna de un seminarista. ¡Es tan dulce el cianuro si me lo das de tu boca!
(…)
Me gusta una obra antigua por su novedad. Tan sólo el contraste nos liga al pasado. Los escritores que enseñan la moral y discuten o mejoran la base psicológica tienen, aparte del deseo oculto del beneficio, un conocimiento ridículo de la vida que ellos han clasificado, subdividido y canalizado. Se empeñan en querer ver danzar las categorías apenas se ponen a marcar el compás. Sus lectores se carcajean y siguen adelante: ¿con qué fin? Hay una literatura que no llega a la masa voraz. Obras de creadores nacidas de una auténtica necesidad del autor y sólo en función de sí mismo. Consciencia de un supremo egoísmo. Lo que puede parecer una acto de desobediencia a cualquier ley se convierte en una aplastante máquina de reproducción, en una cópula loca de actos fallidos, intentos cansinos de original aislamiento que no conducirán sino a una burbuja aún más demoledora por lo grande y uniforme.
(…)
Todo el mundo opina sobre el desastre del mundo. Y casi todo el mundo opina que es un desastre. Y que si sigue el desastre será un desastre muy desastre. Y opinan que opinan que es un desastre. Y se mueren. Y sigue el desastre. Pero ya no opinan. Opinan otros. Lúcidos sobre el pasado, ciegos sobre el presente; así nos engañamos generación tras generación.
Dada ya no opina. Nosotros desgarramos como un furioso viento la ropa de las nubes y de las plegarias y preparamos el gran espectáculo del desastre, el incendio, la descomposición. Preparamos la supresión del dolor y sustituimos las lágrimas por sirenas tendidas de un continente a otro. Banderas de intensa alegría viudas de la tristeza del veneno. Dada no es un poeta que escribe bellas frases. La poesía es la vida misma cuando uno se la juega.
(…)
El arte me repugna desde el momento en que se transforma en un sistema espectaculativo y pierde su carácter de subversión. Los productos de su arte son el arte de hacernos productos.
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Occidente ha hecho del aburrimiento un delicado jarrón al que llama cultura. La claridad de los museos es la manifestación de que el arte se ha hecho inofensivo. Si no has encontrado nada, busca otra cosa. ¿Es tu primera guerra? Comedia del arte. Dada no es el payaso de vuestro circo. Hacer poesía, producir obras, apoyar la cultura e irse a la cama. Cuando la mecha se apaga los intermediarios cobran sus beneficios. Yo estoy contra los sistemas: el único sistema todavía aceptable es el de no tener sistemas. Disfrutar el viaje, no pasarse la vida en el puerto para cuidar el barco. Sois unos aburridos chistosos. Las certezas del resentimiento pudren el mundo. DADa es quizás. daDA es el color violeta cuando pasa la frontera sin que nadie se entere. La vida ya no es una enfermedad vergonzosa.
(…)
Dada mata al autor que llevas dentro. Dada no tiene fama. Dada tiene hambre y sed. ¿Qué clase de poesía es esa que prohíbe todas las palabras que necesitamos con el pretexto de que no tienen estilo? Ese estilo que llevan bien visible en su chaqueta. Una odalisca perdida en un parque desierto. La decoración que los generales llevan en sus hombros por haberte matado. Qué bonito es tu estilo. Debe ser caro. ¿Cuántas horas de renuncia te ha costado? ¿Qué hora es en el contador de tus evidencias? ¿Quién eres para pensar que me conoces? Y además, ¿tengo que explicarte por qué y cómo hago esto? Con tus ojos apuntando hacia la carne verde. El tren de las 23:47 ha descarrilado sobre tus renuncias. Figuras decapitadas que van al amarillo sin pensárselo. Con un hueso te crees fuerte y ladras. Corazones carnívoros en habitaciones blindadas.
La libertad y el deseo son los únicos motivos que merecen seguir comiendo. Dada pasea por las calles vacías y las llena de artefactos. Busca túneles escondidos cuando los vestidos ya no visten a nadie. D a d a ya no está aquí. Saca a pasear sus veinte siglos de insignificancia y vuelve con un martillo.
Pero todo sigue tras el seísmo y el pánico; el sudor continúa escapando al sudor, apestando a lo mismo; y las margaritas degollan enamorados sin interrogatorio previo.
Las próximas generaciones mamarán de los senos amorfos de la tecnología, de la mujer que me observa desde el otro lado de la delgadez. Pero la historia se sigue estimulando por la publicidad de los varones; globos encefálicos inflados de semen primitivo.
(…)
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20/6/09

Fábula y rueda de los tres amigos

Federico García Lorca


"Señoras y señores. Siempre que hablo ante mucha gente me parece que me he equivocado de puerta.
Unas manos amigas me han empujado y me encuentro aquí. La mitad de la gente va perdida entre telones pintados y fuentes de hojalata, y cuando creen encontrar su cuarto, o círculo tibio de sol, se encuentran con un caimán que se los traga o… con el público, como yo en este momento. Y hoy no tengo más espectáculo que una poesía amarga, pero viva, que creo podrá abrir sus ojos.
(…)

De todos modos hay que ser claro. Yo no vengo hoy a entretener a ustedes. Ni quiero ni me importa ni me da la gana. Más bien he venido a hablar a ustedes cuerpo a cuerpo. Lo que yo voy a hacer no es una conferencia, es una lectura de poesías, carne mía, alegría mía y testimonio mío. (…)

La impresión de que aquel inmenso mundo [Nueva York] no tiene raíz os capta a los pocos días de llegar y comprendéis de manera perfecta como el vidente Edgar Allan Poe tuvo que abrazarse a lo misterioso y al hervor cordial de la embriaguez en aquel mundo.
Yo, solo y errante, evocaba mi infancia de esta manera."

[Las líneas anteriores pertenecen a la introducción a la lectura pública comentada de Poeta en Nueva York por Lorca el 16 de diciembre de 1932 en el hotel Ritz de Barcelona. Lo siguiente, Fábula y rueda de los tres amigos, es el tercer poema del libro.
La tierra no recordará nunca los nombres de todos sus cadáveres.]


Enrique,
Emilio,
Lorenzo.
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Estaban los tres helados:
Enrique por el mundo de las camas;
Emilio por el mundo de los ojos y las heridas de las manos;
Lorenzo por el mundo de las universidades sin tejados.
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Lorenzo,
Emilio,
Enrique.
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Estaban los tres quemados:
Lorenzo por el mundo de las hojas y las bolas de billar;
Emilio por el mundo de la sangre y los alfileres blancos;
Enrique por el mundo de los muertos y los periódicos abandonados.
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Lorenzo,
Emilio,
Enrique.
Estaban los tres enterrados.
Lorenzo en un seno de Flora;
Emilio en la yerta ginebra que se olvida en un vaso;
Enrique en la hormiga, en el mar y en los ojos vacíos de los pájaros.
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Lorenzo,
Emilio,
Enrique.
Fueron los tres en mis manos
tres montañas chinas,
tres sombras de caballo,
tres paisajes de nieve y una cabaña de azucenas
por los palomares donde la luna se pone plana bajo el gallo.
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Uno
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y uno
y uno.
Estaban los tres momificados,
con las moscas del invierno,
con los tinteros que orina el perro y desprecia el vilano,
con la brisa que hiela el corazón de todas las madres,
por los blancos derribos de Júpiter donde meriendan muerte los borrachos.
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Tres
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y dos
y uno.
Los vi perderse llorando y cantando
por un huevo de gallina,
por la noche que enseñaba su esqueleto de tabaco,
por mi dolor lleno de rostros y punzantes esquirlas de luna,
por mi alegría de ruedas dentadas y látigos,
por mi pecho turbado por las palomas,
por mi muerte desierta con un solo paseante equivocado.
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Yo había matado la quinta luna
y bebían agua por las fuentes los abanicos y los aplausos.
Tibia leche encerrada de las recién paridas
agitaba las rosas con un largo dolor blanco.
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Enrique,
Emilio,
Lorenzo.
Diana es dura,
pero a veces tiene los pechos nublados.
Puede la piedra blanca latir en la sangre del ciervo
y el ciervo puede soñar por los ojos de un caballo.
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Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
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Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No. No me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,
y que el mar recordó ¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados.
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13/6/09

El camino con corazón

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Este texto de Carlos Castaneda (Una realidad aparte, editorial Fondo de Cultura Económica) lo leí con 18 años aunque no lo recordaba; lo encontré recientemente trasteando en la red. Es cierto que con el tiempo ves que has seguido uno u otro camino, pero la mayor parte de las veces no eliges el camino, el camino es el que te elige a ti. Y que un camino sin corazón no es un camino, es solo un laberinto con salida al vacío.
Ángel Gutiérrez (Ángel GZ) me dejaba los libros de Castaneda.

Cualquier cosa es un camino entre otros muchos caminos. Por eso debes tener siempre presente que un camino es sólo un camino; si sientes que no deberías seguirlo, no debes permanecer en él bajo ninguna condición. Para poseer esa claridad debes llevar una vida disciplinada. Sólo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no es vergonzoso, ni para ti ni para otros, el dejarlo si eso es lo que tu corazón te dicta. Pero tu decisión de seguir en el camino o de dejarlo debe estar libre de miedo y de ambición.

Te prevengo. Mira cada camino de cerca y con atención. Pruébalo tantas veces como creas necesario. Luego hazte a ti mismo, y solamente a ti, una pregunta. Es una pregunta que solo se hace un hombre muy viejo. Mi benefactor me habló de ella una vez cuando yo era joven, y mi sangre era demasiado vigorosa para que yo la entendiera; ahora sí la entiendo. Te diré cuál es: "¿Tiene corazón este camino?". Todos los caminos son lo mismo, no llevan a ninguna parte. Son caminos que atraviesan o se internan en la espesura. Puedo decir que en mi propia vida he recorrido caminos muy largos, pero no estoy en ninguna parte. Ahora tiene sentido la pregunta de mi benefactor. ¿Tiene corazón este camino? Si lo tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hará fuerte; el otro te debilitará.

El problema es que nadie se hace esta pregunta. Y cuando alguien termina por comprender que ha seguido un camino sin corazón, el camino ya está a punto de matarlo. En ese momento son pocos los que pueden detenerse a pensar y abandonar este camino. Un camino sin corazón nunca podrá ser disfrutado. Tendrás incluso que esforzarte para recorrerlo. En cambio un sendero con corazón es fácil, no te obligará a forzarte para disfrutar de él.
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